Señor Director: A estas alturas, no sorprende a nadie escuchar que los campamentos han crecido de manera exponencial, que la política pública no ha sido eficiente para abordarlos y que grupos delictivos se han aprovechado de esta situación. Las últimas noticias sobre operativos policiales son solo un ejemplo más de este fenómeno. Esta realidad es sumamente grave y quienes más sufren son los pobladores de estos mismos campamentos, quienes llegan a ellos por no tener otro lugar donde vivir. Es necesario separar el trigo de la cizaña.
Para esto es imperativo realizar operativos que busquen resguardar la seguridad pública, aplicando toda la fuerza de la ley, pero esto no sirve de nada si no se complementa con una fuerte presencia del Estado, a través de programas que sean integrales.
Estos deben abordar la falta de acceso a la vivienda —que es la primera urgencia—, preocuparse de la infancia —que crece en barrios sin iluminación y servicios básicos— y de los hogares monoparentales —que difícilmente pueden llevar tareas económicas, domésticas y de cuidados—, entre otros desafíos que nos presenta la diversidad de realidades que conviven en estos asentamientos. De lo contrario, seguirá ocurriendo que el tejido social, que demora años en construirse, será destruido por los grupos delictivos que, en ausencia del Estado, ven la oportunidad de tomar el control del territorio. Aún estamos a tiempo de revertir esta tendencia, pero para ello es crucial que como sociedad podamos volver a estar ahí.
Para separar el trigo de la cizaña, el Estado debe comprometerse de manera real en mejorar las condiciones de vida de quienes habitan en campamentos, mientras se abordan los urgentes desafíos que trae el crimen organizado. Solo así podremos reconstruir el tejido social y devolver la esperanza a las más de 113.000 familias que hoy se sienten abandonadas.
Isidora García, directora social de TECHO-Chile.