Héctor Guarda SJ
Hace una semana atrás tuve que volver a ir a Rancagua. En esta oportunidad no eran las construcciones de viviendas transitorias para familias de campamentos las que me hicieron ir hasta allá, sino más bien una tragedia que embargaba a una familia vulnerable y a toda su comunidad. Un pequeño de solo 5 años había muerto ahogado en un canal de regadío que daba a la parte trasera de su casa, y también su abuelo, quien se habría arrojado al canal para intentar rescatarlo. Una terrible tragedia que deben imaginarse cómo embargaba de dolor a esa familia y a todo el campamento.
Hoy día escribo pensando en ellos. No solo murieron por estar viviendo en un terreno poco adecuado para habitar, sino porque la vida entera pareciera ser que les había dado la espalda. El pequeño niño era custodiado y protegido por sus abuelos, quienes desde sus primeros meses de vida tuvieron que hacerse responsables de él, porque su madre no estaba en condiciones de hacerlo, también víctima de la exclusión social.
Vivían en condiciones precarias, como miles de familias de campamentos hoy, de acuerdo a lo revelado por el Catastro Nacional de Campamentos 2020-2021 de Techo-Chile y Fundación Vivienda: un 93% de ellas accede al agua potable de manera informal o no tiene acceso, solo un 40% tiene acceso formal a la electricidad y un 89% accede al servicio sanitario de manera informal o no tiene acceso. Esta familia de Rancagua no contaba ni con los beneficios mínimos con los que debieran; al punto de que ni al ocio ni la entretención tenían acceso. El pequeño perdió la vida por querer divertirse en su “patio”.
La falta de oportunidades es lo que genera esta cruda realidad y una desigualdad que duele en el alma. La única diferencia entre esta familia y otras que hoy estarán leyendo esta columna es el poder adquisitivo. En el marco del Día de la Erradicación de la Pobreza, es importante recordar que no debe dejar de preocuparnos, y sobre todo ocuparnos, erradicar algo que lamentablemente hemos normalizado, pero que se hace imperativo extirpar. El problema de la pobreza es que es sistémica, no es solo que se es pobre de algo en particular: entra toda la dimensión del ser humano.
La última encuesta Casen, con la particularidad de ser aplicada en medio de la pandemia, dio cuenta de que el 10% de los hogares de mayores ingresos recauda 251,3 veces los ingresos autónomos del 10% de los hogares de menores ingresos, siendo la cifra más desigual desde que se tienen registros. Además reveló que hoy un 10,8% de la población vive en pobreza según ingresos, 2% más que en 2017 (y que habría aumentado a un 13,7% sin las ayudas estatales en el marco de la pandemia). Esto quiere decir que, al día de hoy, hay más de dos millones de personas viviendo en pobreza.
Tristemente, hoy, nuevamente fallamos como sociedad. A una semana de ese fatal accidente en Rancagua, debemos no solo pedirles perdón a este pequeño y a su familia por no estar a la altura como país en garantizarles una vida humanamente vivible, debemos comprometernos a actuar con determinación y sentido de urgencia, para erradicar la pobreza de nuestro país. No solo las ONGs, ya que para enfrentar el problema de manera real, tenemos que hacerlo colectivamente. Necesitamos de todos los actores, partiendo por el Estado, pero también los privados y la sociedad en su conjunto, para que nadie tenga que morir por no contar con lo mínimo que garantiza una vida digna.