A 25 AÑOS DE UN GRAN SUEÑO

Por Héctor Guarda SJ

Hace 25 años un grupo de jóvenes universitarios se embarcó en un proyecto de invierno que buscaba construir viviendas de emergencia para familias empobrecidas que habían sido afectadas por un gran temporal en Curanilahue, Chile. Esa fue nuestra primera chispa, que sin mayor planificación hizo arder una llama de energía y entrega por los más vulnerables, que convocaría a millones de hombres y mujeres por una causa común. En 1997 comenzó un sueño que, sin calculadora, empezó a expandirse rápidamente hacia toda Latinoamérica.

El sueño de un país y un continente donde todas las personas tengan un techo digno fue avanzando y transformándose más allá de la simple construcción. El encuentro cara a cara con familias que viven en campamentos nos abrió los ojos para ir materializando las aspiraciones que teníamos. Mucho más allá de maderas, clavos y martillos, fuimos creando vínculos profundos con vecinos y vecinas de las comunidades, lo que nos guio para poder crear, innovar y entregar soluciones concretas en 19 países.  Son las familias más pobres las que han dado dirección a nuestro camino y las que han marcado el paso de nuestras acciones. Son los sueños comunes los que nos han impulsado y dado la fuerza para nunca dejar de trabajar.

El encuentro de improbables ha sido nuestra fórmula para mantener más encendida que nunca el fuego de querer cambiar la realidad. A la fecha, más de 1.2 millones de voluntarios y voluntarias han liderado miles de iniciativas. La juventud ha sido el cerebro, el corazón y los brazos de nuestra institución durante toda su historia. Una juventud que es capaz de dialogar, de organizarse y de abrirse caminos para hacer justicia ante situaciones de profunda desigualdad. En Techo hemos podido contribuir a la formación de muchas y muchas que más allá de aprender cifras, han logrado conocer el rostro real de la pobreza, conectarse con historias verdaderas y poder tener el regalo divino de compartir con familias que han tenido menos suerte, para aprender de ellas mucho más que en cualquier organización educacional.

Techo es una cadena entrelazada que se inició con un centenar de personas, y que no se ha roto desde el primer proyecto que realizamos. Formamos parte de una gran red de personas que han puesto su voluntad, ideas, dones y talentos para transformar la situación compleja que atraviesan miles de personas. Pobladores y pobladoras, voluntarios y voluntarias, líderes y lideresas, jesuitas, equipos de contratados y contratadas, donantes, autoridades y muchos y muchas que de forma desinteresada han puesto lo mejor de sí para que nuestro impacto siga creciendo. En todos estos años son demasiadas las personas que de forma anónima y silenciosa han entregado parte de su vida para que sigamos soñando y avanzando.

Estos 25 años han sido un viaje sin precedentes, que cada a día nos invita a seguir luchando por el mismo sueño que nos impulsó a construir la primera mediagua en Chile. No nos vamos a detener hasta alcanzar nuestra meta y que todas las personas que viven en asentamientos precarios superen su situación de pobreza y puedan tener la vivienda definitiva que tanto anhelan. No podemos permitir que más gente siga sin tener un lugar donde refugiarse de la lluvia o una cama donde dormir, no podemos parar y vamos a convocar y llamar a todos y todas las que se necesiten. Vamos a seguir estando en la frontera de la pobreza, donde nadie quiera estar, donde se vive el abandono, donde las ganas de un voluntario y la grandeza de un dirigente son lo único necesario para cambiar la realidad. No es imposible cambiar Chile y Latinoamérica. El sueño sigue intacto.