Loreto Wahr, Directora Inmobiliaria Social
Hace unos días, el Ministro de Vivienda presentó su Consejo Asesor para el Plan de Emergencia Habitacional. Y es que la crisis actual en esta materia impone un sentido de urgencia al Estado para encarar de manera decidida los problemas de acceso a la vivienda que enfrentan quienes viven en precariedad habitacional.
En esta línea parece relevante entender cómo este Plan abordará los desafíos de la informalidad habitacional, la que generalmente comprende una ocupación ilegal de terrenos, carencias de servicios básicos, construcción de un primer refugio en la ciudad, por mencionar algunas características. Con el tiempo, esta realidad empieza a consolidarse como parte del hábitat definitivo de muchas familias por años, perpetuando su condición de informalidad.
Tras conocer y compartir con muchas comunidades que aún viven en condiciones de informalidad, así como con otras que ya han transitado a la formalidad, es posible darnos cuenta lo necesario que es trabajar junto a ellas en este proceso de formalización, incorporando su realidad informal a la ciudad, a través de procesos de regeneración de este hábitat, haciéndolo parte de la ciudad de una forma renovada. Debemos considerar abordajes que integren múltiples variables interrelacionadas, reforzando las viviendas, el barrio y la comunidad, que evolucionan y progresan en el tiempo. Este potencial de dinamismo, sumado a la responsabilidad compartida, reviste una oportunidad, si se cuenta con los apoyos necesarios.
Para esto, se debe profundizar en el desarrollo de instrumentos y herramientas ágiles y pertinentes que permitan renovar nuestra gestión urbana y habitacional, así como reeditar toda la experiencia acumulada desde hace ya varias décadas en materia de vivienda y ciudad.
Lo anterior requiere reconocer la urgencia de la formalización de aspectos espaciales, de la tenencia segura de la tierra cuando corresponda y de la instalación de servicios básicos como agua, luz y alcantarillado; además de materializar espacios colectivos para el encuentro, esparcimiento y la ayuda mutua.
Urge también acelerar la evolución de los aspectos sociales de la informalidad, apoyando procesos educativos y de formación, asistencias técnicas, instancias de encuentro y trabajo colectivo que permitan a las familias conocer, conformar y disfrutar de la comunidad que está estableciéndose. Habilitar la gestión de las potencialidades comunitarias es una condición central para que posteriormente el barrio y la vivienda puedan consolidarse y representar las expectativas y anhelos de quienes viven al margen de nuestra sociedad.
Por eso no podemos perder la oportunidad que nos presenta hoy el Plan de Emergencia Habitacional. Tras la primera sesión de su Consejo Asesor, no solo el Estado, sino que también dirigentes sociales, el sector privado, la academia y sociedad civil organizada, debemos trabajar juntos por el acceso a una vivienda y responder a la problemática desde nuestras múltiples expectativas, perspectivas y experiencias. Solo faltaría considerar la informalidad, ya que son muchísimas las comunidades que han configurado su hábitat desde esa realidad.